martes, 24 de noviembre de 2009

La Etica como Pilar Fundamental

Por Elkin Hernández Blanco

Viviendo en medio de un mundo con tantas desigualdades y exclusión social, asediados de serios problemas que afectan nuestro entorno tales como la miseria, el hambre, la drogadicción, la prostitución, el maltrato infantil, la guerrilla y el narco – paramilitarismo entre otros, flagelos estos que parecen incontenibles y que doblegan y reducen nuestras esperanzas a permanecer en una especie de resignación, temor e incertidumbre permanente ante los hechos y males que nos aquejan.

Somos parte de un Estado carcomido por el cáncer social de la corrupción que ha permeado todas nuestras instituciones políticas y sociales desde la base hasta las más altas esferas de gobierno, en donde tampoco podemos descartar la posible existencia de células sanas que aún luchan por contener el avance catastrófico de este terrible mal en nuestra sociedad.

Para alcanzar este ideal es preciso aunar esfuerzos y recurrir a la conciencia social de cada ciudadano, para que así como el Papa Benedicto XVI refiriéndose a los grandes desequilibrios actuales de las economías mundiales, y anteponiendo la ética como pilar fundamental, recientemente manifestó en la tercera encíclica de su pontificado, “Caritas in veritate”, (La caridad en la verdad), que “La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento, no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona”, y pidió que para esto se tenga en cuenta a los más pobres del planeta; también es preciso que se haga un verdadero compromiso de cambio por parte de cada uno de nosotros, para desarrollar todas nuestras acciones con base en principios como la eficiencia administrativa, la transparencia, la justicia, la equidad y la moralidad; y valores como el respeto, la honestidad, el compromiso, la lealtad con la sociedad y el Estado, y la responsabilidad.

La constante aplicación de estos principios y valores éticos en el ámbito público y privado será lo que infaliblemente nos lleve en cada instante a contribuir con la reducción de la pobreza y las grandes brechas sociales que hoy separan cada vez más a la gran mayoría que poco o nada tiene, de una minoría privilegiada que celosa y continuamente guarda y mejora su estatus muchas veces protegida y amparada en el poder público, el cual, contrariamente a esto, está legítimamente constituido con la finalidad esencial de servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución, todo en medio de la prevalencia del interés general sobre el particular, lo cual en ocasiones solo parece ser letra muerta en nuestra magna carta de navegación política.

Por otra parte no podemos olvidar que la globalización de todos los sistemas, partiendo de la sinergia ambiental, nos lleva a entender que hacemos parte de un todo y que interactuamos en esta gran aldea llamada planeta tierra, donde lo que le sucede a uno nos afecta a todos sin importar en que rincón del planeta suceden los hechos, por tanto es preciso que desde lo local, como ciudadanos y como dirigentes gremiales, comunitarios cívicos y políticos, actuando como un solo cuerpo social iniciemos una ardua labor, fundada, como lo expresó el Papa Benedicto XVI en su tercera encíclica, en una ética amiga de las personas, que cada día más nos permita concurrir con nuestras acciones a la reducción de los grandes desequilibrios económicos y sociales que afectan a nuestra sociedad, sin lo cual será imposible construir desde ya un mejor futuro y una paz duradera para nuestros hijos y para las futuras generaciones que sin duda anhelan vivir en un mundo mejor, más justo, más equitativo y con mayores oportunidades de desarrollo económico y crecimiento social para todos.

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