lunes, 9 de junio de 2008

El hombre de la ventana

Por Vicente Carlos Dauder Montiel

Eran aproximadamente las nueve de la mañana, yo estaba concentrado en los anaqueles de mi biblioteca buscando un libro extraviado, de pronto, en forma instintiva , dirigí la mirada hacia la ventana contigua a la calle y me percaté de que se había acercado en forma furtiva un hombre de escuálida figura con una rula en la mano; mi asombro fue tan fugaz como el eco de una brizna desprendida de un arbusto y el miedo no logró asomarse porque pronto reconocí en él a quien en otras ocasiones había venido a pedirme la chamba de la limpieza del frente de la casa; pero esta vez su mirada era honda y surcada de tristeza y en su rostro reflejaba la desesperanza del hombre que deambula diariamente buscando el pan en el trabajo azaroso o en la caridad de las almas timoratas o simplemente entre desperdicios y basuras. Con voz macilenta y trémula me dijo:

- Profe, qué chambita me tiene por ahí, estoy desesperado, esta vaina está muy dura profe, antes la gente buscaba mucho para limpiar, pero ahora nada, llevo varios días caminando en vano, no queda nada en el rancho... profe, deme a ganar siquiera para el arroz -

Su situación me conmovió pero sentí el sabor amargo de la impotencia, le entregué una menuda que tenía en la cartera y le pedí que me barriera la cuneta, lo dejé en esa labor y me fui para el colegio, pero no se apartaban de mi mente ni su figura ni el eco de sus palabras.

A lo largo del camino pensé en tantas personas que he visto en Montelíbano en similares condiciones: niños que imploran una moneda, que te ofrecen cuidarte la bicicleta, la moto o el carro mientras haces una transacción bancaria o realizas una compra en un supermercado, familias que viven hacinadas en los barrios marginales, mirando pasar el tiempo en vano, miles de mujeres que pasan noches de insomnio y hasta son sorprendidas por el parto en una inmisericorde cola para reclamar la ayudita de “familias en acción”, jóvenes que no cosechan los frutos de una esperanza porque hicieron la escala del grado de bachiller y no pudieron continuar el vuelo o en mejores casos porque alcanzaron un nivel técnico, tecnológico e incluso profesional pero vieron aniquilarse dicha esperanza ante la cruel y patética realidad del desempleo.

Esta es la otra cara del más grande emporio ferroniquelero del mundo, de esta tierra rebosada de níquel y bendecida de oro, la tierra de pingües regalías que se tornan deleznables y que hoy están a punto de trashumar hacia un municipio naciente.

- De todo esto le pido a la vida una explicación...!

El hombre de la ventana es el paradigma de la antinomia social, del planeta donde cohabitan la microscópica opulencia y la oceánica miseria, la primera empingorotada sobre la segunda, de una sociedad inicua donde los valores se sacrificaron en el altar de la ambición, donde el ser humano y sus derechos quedaron sumidos en el olvido... ¡el hombre se olvidó del hombre! se ha vuelto cruel, tirano, egoísta y hontanar de grandes conflictos sociales, dejó de valorarse a sí mismo y a los demás y por eso conculca sus derechos, los humilla, los hace esclavos de sus caprichos, trata de aplastarlos y se convierte en depredador de su propia especie cuando les cierra las oportunidades y los condena a la mendicidad.

A un ser parecido, aunque fantástico, describe el filósofo francés Gabriel Marcel y lo denomina: “el hombre de la calle”, el cual se encuentra ávido y marginado de la cultura, a este hombre lo encontramos muchas veces silencioso y pensativo, desesperado por la insatisfacción, quiere explicarse el por qué de las contrariedades de la vida y se ahoga en su pensamiento, porque le han negado la cultura con las más viles intenciones: para que permanezca siempre marginado e inoperante. Y así sigue el trayecto de su vida sin explicación, sosteniéndose sólo de un ramalazo de misterio y de fe.

Pero no se puede seguir contemplando este desolador panorama conservando una simple serenidad cómplice o profiriendo infructuosos lamentos, sigamos la invitación del escritor y político alemán Ernst bloch: “el hombre de hoy tiene que ser más que nunca un ente de esperanza”, sembremos esperanzas abonadas con acciones sociales; amigos dirigentes, sector académico, comunidades religiosas, sectores empresarial y productivo y todo el que tenga desarrollado el sentido de lo social ¡pellizquémonos! Hagamos un frente común para erradicar la ignorancia y la pobreza, para reducir el abismo que separa las clases sociales, para construir equidad, para que los lemas que han alentado las disímiles campañas y agendas de gobierno se hagan realidad porque todos han sido y son significativos; derribemos los muros que nos separan ya sean políticos, religiosos, ideológicos o de cualquier índole y tengamos como punto de encuentro la hermandad del género, comprendamos que los demás tienen la misma naturaleza que yo tengo, los mismos derechos y el mismo valor aunque con diferencias de particularidades que son respetables. Emprendamos una cruzada por la igualdad de oportunidades.

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