miércoles, 16 de julio de 2008

La Intrépida Pareja

Por Vicente Carlos Dauder Montiel

Aquella noche de sábado transcurría aceleradamente en las principales calles de Montelíbano, las cuales estaban abarrotadas de motocicletas y automóviles que circulaban, en su mayoría, a altas velocidades; en mi mente se abrió paso un nostálgico recuerdo del pasado, cuando todo era más calmado pero el progreso era más efímero; pronto volví a la realidad y seguí confundido entre los peatones que circulaban por las aceras, se observaban personas de disímiles edades, pero se robaba la mirada e impulsaba el entusiasmo el trasegar de muchas jóvenes que velaban en su caminar, algunas un ritmo acompasado de cumbia y otras un paso sensual de bailadoras de champeta y regaetón. La mayoría de los lugares de diversión pública como estaderos y discotecas estaban colmados de jóvenes que consumían licor y bailaban frenéticamente cual ménades acompañantes del dios Baco, y ya se veían salir de ellas algunos que trastrabillaban bajo efectos de una embriaguez prematura, el humo expelido de chimeneas de asaderos y fogones de fritangas se esparcía inexorablemente y en forma muy lenta se iba diluyendo en la bruma de la atmósfera como si quisiera darle una lección a los apresurados jóvenes de este pueblo.

El flujo vehicular y peatonal de calles y aceras continuaba al mismo ritmo su marcha implacable; de pronto apareció ante mis ojos una intrépida pareja que se movilizaba en una diminuta motocicleta, desproporcionada a la estatura de ellos, abriéndose paso entre los demás vehículos en forma zigzagueante como si desafiaran la muerte, pero en un instante casi imperceptible la diminuta motocicleta dio varias vueltas en tolvanera como si replicara el vórtice de un huracán. Yo me quedé gélido porque esperaba ver sus cuerpos juveniles desfigurados por el brutal impacto; mas grande fue mi asombro cuando me percaté de que los jóvenes estaban en pie, la muchacha un poco turbada pero el muchacho impertérrito, con la mirada fija en el vehículo que había parado de girar ¡con qué agilidad lograron saltar y salir ilesos de este singular accidente! El tráfico en aquel espacio se paralizó por un momento, algunos peatones se acercaron, pero al darse cuenta que no hubo víctimas humanas todo recobró la normalidad.

Este fenómeno se ha vuelto recurrente en las calles de Montelíbano, pero pocos pueden contar la historia como la intrépida pareja, ya que en la mayoría de los casos el resultado es una violenta raspadura, o una lesión que incapacita por meses y hasta por años e incluso la muerte.

¿Qué está pasando con nuestros jóvenes?

La prisa natural con que se viven los años juveniles lleva consigo acciones para enmendar, esto es normal, pero el fenómeno de hoy debe hacernos reflexionar mucho. Esta sociedad con su ritmo acelerado ha ido conduciendo a muchos jóvenes a protagonizar una cultura de la locura y del vicio diametralmente opuesta al raciocinio y a la virtud, cultura en la que tantos ignoran el sentido de la vida, no tienen pasión por vivir, no se forjan ideales, se cansan desde el inicio de la jornada, se aburren en todo lo que implica un tanto de sacrificio, pero que fácilmente se aprestan para lo fútil y desenfrenado ¡no saben cuánta riqueza hay dentro del ser humano!

Hoy quisiera parafrasear al filósofo griego Sócrates para invitarlos a profundizar en el conocimiento de sí mismos, para mostrarles la riqueza de su alma, el valor de su cuerpo y el camino de la virtud.

¡Jóvenes que se encuentran en esta situación! no sigan destruyendo su vida, muy por el contrario, fundaméntenla sobre la virtud, inclínense a realizar el bien, aunque esto cuesta, pero el que no quiera que su vida se pierda en el abismo del sin sentido y desee tener éxito, tiene que estar dispuesto a pagar el precio para conseguirlo; miren hacia esta senda y caminen por ella, aunque para esto tienen que decidirse a formarse como auténticos hombres y mujeres que no están hechos para lo trivial ni para ser esclavos de nada ni de nadie; no está por demás recordarles cuán importante es la orientación de sus padres y de las personas mayores que son espejo de la sociedad, aunque a veces no encaje con precisión en su mentalidad juvenil.

También es muy importante reconocer que existen jóvenes talentosos en la comunidad, que tienen grandes aspiraciones y están luchando por hacerlas realidad, tienen una riqueza espiritual que los anima en su lucha; a ellos los invito a compartir esta riqueza con los demás y así convertirse en instrumentos para la superación de sus contemporáneos.

A todas las personas que en este momento tienen en sus manos las riendas de Montelíbano desde cualquier ámbito donde trabajen –sector público, privado, religioso o social- los invito a seguir dirigiendo su mirada de amor a nuestros jóvenes, porque ellos representan la fuerza y el potencial de nuestro pueblo, no se ahorre la inversión en su educación porque es el camino para el cambio y la superación, fortalézcanse los programas de sano esparcimiento y diversión, los espacios de fomento y conservación de la auténtica cultura, impulsemos los programas religiosos que fortalecen su espíritu y los conducen hacia el Supremo Bien, ábranles espacios de participación en donde se sientan protagonistas, salgan beneficiados y no simplemente sean utilizados, no dejemos de tenderles la mano porque se hundirán definitivamente en ese cieno movedizo que tienen bajo sus pies y la historia de Montelíbano se tornará muy obscura.

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